Motivada este año por la escuela de idiomas, se me metió en la cabeza hacer una escapada a algún sitio con la idea de practicar un poco el idioma que durante 9 meses había estado estudiando como una loca (incluido fines de semana). Mi pensamiento original era visitar el sureste de Inglaterra, pero era demasiado caro y las alternativas del viaje eran las típicas, coger el coche y rular diez díaz sin parar.
Fue un amigo (Juan), quien me propuso la idea de estudiar escocia como destino de nuestro viaje. Él había estado allí en el año 92 y tenía muy buenos recuerdos. Pues dicho y hecho, al día siguiente entré en internet y compré dos billetes de avión (despúes de 6 años me volvía a subir en uno), sin saber lo que me esperaba allí (esto es confianza en los amigos).
En principio, el viaje era con la intención de hacer senderismo, actividad que solemos practicar, pero un mes y medio antes, surgió la idea de la bicicleta ¿por qué no?. El país tenía bastantes rutas, alquiler de bicis en la mayoría de ellas, no eran tantos los días y con la bici se aprovechaba mucho más el tiempo.
¡Que gran idea!
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